viernes, 10 de julio de 2009

Dicen que el Orgullo es una fiesta, una jornada en la que los “invertidos” reivindicamos nuestros derechos, civiles y sociales, que todo se envuelve de un velo político, pero realmente no es así.

Es una fiesta, del sexo, del puro sexo, que todo lo impregna, que todo lo inunda. Todo gira alrededor del cuerpo, de la insinuación, de enseñar abdominales, brazos, culos, tetas, de guiñar el ojo, de sonreír, de ligar, de follar.

Cualquiera, el que sea, te mira, te toca, te dejas, te gusta. Cualquiera, da igual, ese día no hay clases, ni guapos ni feos, ni tan siquiera famosos inalcanzables, porque hasta esos, buscan sexo, esa noche.

Es la forma de decir aquí estamos, porque hemos venido y porque hemos follado, es la manera de diferenciarse de los heteros, con la desinhibición, la libertad y el libertinaje, que por un día coinciden, que por una noche, a nadie extraña, que por una sola noche, tan solo una, no preguntas el nombre, no dices nada, tan solo sudas, de placer.

Y da igual si has follado con una chica, con un chico, con los dos o con cuantos has querido, porque después de esa noche, todo volverá a ser igual.