martes, 29 de abril de 2008

Dichosa, lista, jugosa, hermosa, amante de sus amigos y esposa sin más... de la cosa.
De pechos exuberantes, sin operar, dato importante,
alegre, joven, no por joven más alegre, si por joven deslumbrante.
Despampanante, desternillante, desmembrante,
y porque no decirlo os digo, que para nada agobiante.

Caliente, caliente lo justo para no cansarme, cansada, cansada lo justo para dejarme satisfecho de cintura, muy relajado del glande y dormido como en la cuna duerme feliz un infante.

Que uno cansado está de tanto beso mal dado, de tanta lengua de más.
Que ni un beso se puede escribir que sirva para soñar.
De tanto colócate así, de tanto menéate más, de tanto me duele al revés, pues no lo pidas que no hago más q sudar.
De tanto ir y venir, con el “así, así sí, sí no me dejes atrás” –cada uno lo hace a su ritmo gilipollas- De tanto te voy a meter, de tanto te vas a enterar, de tanto que dura que está, de tanto hablar por hablar, de tanto Manu te estoy empezando a querer y yo te voy a acabar por odiar.

Hagamos lo que es menester, que es: chupar, joder y callar.

lunes, 28 de abril de 2008

Si te quedase un año de vida, ¿qué harías?

Complicado de responder, muy complicado. ¿Dejarías de trabajar? ¿Y con que subsistirías ese año que te queda? Viajar, alcohol, fiestas, drogas, hombres, mujeres. ¿Seguirías estudiando? O perderías el tiempo frente al televisor viendo como cuatro famosetes de medio pelo comen gusanos en una isla.

Quizás, tu respuesta a la pregunta sería la de la mayoría de la gente, pasar más tiempo con los tuyos, disfrutar de cada momento, amigos, familia, esa esposa infiel que te espera, ese novio que no te aguanta, o le dirías al tío que te gusta, eso, que te gusta.

Quizás, serías más generoso con la gente que te rodea, ya no serías el jefe cabrón que mira por encima del hombro a sus empleados, o la compañera arpía de clase que no deja los apuntes al guapete de al lado que prefiere irse al bar a jugar la partida.
Quizás tratarías mejor a tu hermana pequeña, le dejarías tu camiseta preferida, le presentarías a tus amigas o le prestarías tu maquillaje.

A lo mejor te follarías a tu novio más de tres veces por semana, harías cumplir su fantasía, incluso, te lo tragarías.

No gritarías a tu padre cuando te pide que bajes la música, irías con tu madre a la compra porque te daría igual que hablase de cómo te comías las pinturas cuando eras pequeña, y visitarías a tus abuelos alguna que otra vez.

En definitiva, intentarías que los que te quieren, te rodean y te aguantan, estuviesen un poco mejor, hacerles más felices y tratar de sacarles una sonrisa antes de tu último adiós. Elegirías, como casi todos la opción más egoísta.

Egoísta por obligarse a despedirte de ti, por no anticipar un final que ya sabías, por hacerles sufrir. Por obligarlos a estar a tu lado hasta el último día, por querer sentirlos hasta el último aliento, y por dejarles una lágrima cuando caiga sobre ti el último grano de arena.

Egoísta por pretender tener un final de película, todos a tu alrededor y que unas horas después de tu funeral cuenten historias y anécdotas, por querer permanecer en el recuerdo más doloroso, por instar a aquellos que te conocían a no olvidarte.

Porque quizás lo más valiente, o lo más estúpido, sea que te olviden cuanto antes, sea que en el mismo momento que sabes que te tienes que ir, te vayas, sin despedirte, sin mirar atrás, buscando, tal vez como los elefantes, tu propio cementerio, pero ese que no deje heridos.

Y tu ¿qué harías?

martes, 22 de abril de 2008

Una tarde cualquiera de verano, entre los años 1997 a 2002, no recuerdo exactamente, en las antiguas marginales calles del barrio de Pizarrales, a eso de las seis de la tarde, sentados un grupo de universitarios aburridos, y con alguna cervecilla en el cuerpo, en la terraza de “La Vera” después de jugar la preceptiva partida de mus, quizás fuese un lunes o un martes, y charlando sobre las peripecias y andanzas de alguno de ellos durante el anterior y caluroso fin de semana, se elaboró una curiosa teoría, aceptada por todos, menos por Carlos, por los motivos que posteriormente comprenderéis, que a día de hoy, y salvo alguna, no sé si decir honrosa o dudosa excepción, se mantiene vigente tal y como se vomitó el primer día.

La premisa de partida, formulada por un tal Porros y que no desvelaremos más datos de su identidad, no vaya a ser que le arruine su vida como ingeniero de telecomunicaciones, era la siguiente ¿LAS TÍAS SON UNAS ESTRECHAS O SÓLO ES CONMIGO?

Esta pregunta tan simple y absurda a primera vista, desencadenó, además de las risas y puteo momentáneo, una serie argumentaciones expuestas por cada uno de los presentes, que derivó en la formulación de la teoría PUTAS O HIJAS DE PUTA.

Pero para mayor comprensión, del perturbado lector, hay que entrar en antecedentes. Ese fin de semana, como todos en aquella época salimos a tomar unas copas, cachondeo y demás tropelías realizadas por jóvenes estudiantes aburridos que poco o nada tenían que hacer en verano, después de haber superado, en mayor o menor medida, el curso con éxito. A lo largo de la noche, y ya con algunos litros de cerveza en nuestros cuerpos, apareció, por uno de los bares que frecuentábamos en aquella época, de la calle San Justo, Ana.
Ana es una de esas chicas, como diría yo, de las que te zumbas cuando no tienes otra, que tiene el don de la oportunidad, el de aparecer cuando te apetece echar un polvo y el de irse cuando has terminado. Una de esas chicas, que te la estarías follando media vida, porque cuando tienes ganas de follar la llamas y viene, sin importar la hora, el día o que tenga la regla y solo te la vaya a chupar. Pero Ana sabe, que nunca será más que eso, Ana es la hermana de Carlos.

Pues bien, esa noche, apareció Ana y de todos los que estábamos allí, faltaban dos por zumbársela, Carlos, naturalmente, aunque convencido estoy que alguna pajilla ha caído con ese impresionante par de tetas que tiene y Porros. Pues éste último dijo algo así, como “hoy me la follo yo” Frase que quedó en eso, pues tras reiterados intentos de engañar a la susodicha no hubo manera y supongo que haría esa noche el amor con la persona que más quería, es decir, consigo mismo.

Así las cosas, esa tarde de verano y ya como conclusión a las disparatadas burradas que salían por nuestras asquerosas y sucias bocas, alguien y no recuerdo quién fue, quizás fuese yo, pero no estoy seguro dijo: “Hay dos tipos de tías; las putas y las hijas de puta. Las putas son las que follan con todos, da igual como seas, como vistas, como huelas, te follan y a otra cosa, hoy has sido tu y mañana será otro, o quizás esta noche. Y después están las hijas de puta, que son aquellas que follan con todos menos contigo. Esa que se ha tirado a todo tu grupo de amigos, esa que cuando aparece dices hoy la meto, esa que de manera inexplicable después de ponerte la polla dura hasta la cintura durante toda la noche se larga con otro, esa, a la que te la follarías por el solo hecho de no ser el único que no lo ha hecho”

Y esta teoría, en el año 2008 sigue siendo tan válida como hace 10 años, porque las niñas estrechas no existen ya que al final todas se abren, y aunque no conozca a ninguna hija de puta, si que conozco a muchas que dicen “yo esto es la primera vez que lo hago, o yo no suelo hacerlo…” pero eso ya es otra historia, que algún día os contaré.


Dedicado a quién me pidió que lo escribiese, aunque se de buena tinta, que hija de puta no es.

martes, 15 de abril de 2008

Te escribo la presente para agradecerte tu presencia, por estar ahí, a mi lado, dónde si no podrías estar, por ser cómo eres y por no cambiar con el paso del tiempo, por no subirte al cielo ahora que te va bien, aunque tu ego siempre ha estado en el lo más alto.

Porque has dormido conmigo cada noche, has sentido como yo cada polvo, cada beso y algún que otro bofetón por tener la lengua tan larga.

Por hacerme reír con tu ironía, por tus burlas satíricas al mal gusto, a la mediocridad y a la hipocresía.

Porque del mismo modo que te admiro te odio. Más de una vez te he dicho que tu vehemencia, tu ímpetu y pasión desatarían más de un odio, más de diez insultos y muchas puertas cerradas. Aunque eso de abrir puertas a patadas y derribando muros siempre se te dio bien.

Tan bien como meterte en la cama de la tía más mojigata, de la más estrecha, de la más odiosa, porque tantas han pasado por tu cama, como tantas se han ido, porque como tu bien dices, esta vida no es más que el paso de gente, cosas y situaciones, que hay que afrontarlas, con la mayor de las chulerías.

Y aunque esa chulería, seguridad e incluso prepotencia te llevarán, estoy convencido, a dónde quieres llegar, no es más que una parte, mínima, de quién eres.

Porque quién y cómo eres lo has decidido tu, y eso es lo que mayor admiración me produce.

Gracias, por hacer que cada día me enamore, cuando me miro al espejo. No cambies.

jueves, 10 de abril de 2008

Alguien que te hace odiar, reír, amar, desear, alguien que fijamente te mira y te desarma, alguien que con tan solo morder su labio provoca que tu calor corporal aumente hasta pasar los 40º, alguien que te estimula y revuelve tus sentimientos, buenos o malos, los mejores o los peores, alguien así merece la pena.

El chico guapo, inteligente, prepotente y seguro de sí mismo. El triunfador del grupo. Un estilo de vida ciertamente liberal en lo sexual, apariencia de arrogancia, autosuficiencia, frialdad e insensibilidad. El centro del universo, el sol que brilla sobre el mundo de todos y de quién se dice que no se detendría a levantarte después de pisotear tu corazón, repetidamente y con botas militares (o con su coche negro).

Sus relaciones más profundas son algún que otro familiar y tres o cuatro amigos y aún ni ellos ocupan la mitad de su tiempo.

El resto de su tiempo lo ocupa en su trabajo de éxito, su ropa de firma exclusiva y el placer de hacerte sentir el centro del mundo por tan solo una noche. ¿Por qué, a quién no le gusta sentirse el ser fundamental de alguien, sentirse en el mayor de los nirvanas aunque tan solo sea por unas horas?
Porque eso es lo que vas a tener, tan solo unas horas. Porque no le exijas que te vuelva a llamar, ni te molestes en darle tu número, porque aunque te lleve cogida de la mano a dónde nadie te ha llevado nunca y siempre has querido ir, no recorrerá contigo el camino de vuelta.

Por qué, ¿quién no ha querido tener a un tío así alguna vez? Es el hombre al que adorarías odiar.

lunes, 7 de abril de 2008

¿Cuántas veces hemos pensado, deseado, soñado, con encontrar a alguien especial?
Alguien que nos haga reír, alguien que nos haga soñar, que nos saque una sonrisa con una mirada, alguien a quién deseemos ver cada día, abrazar cada minuto y besar cada segundo.

Alguien por quién lucharías, alguien por quién cambiar tus prioridades, alguien con quién con tan solo una noche, seas la persona más afortunada del mundo.

Alguien con quién tan solo con estar cerca te sientes especial, te sientes en otro mundo, te sientes como nunca te has sentido.

Alguien con quién soñar es tan sencillo como mirar, con quién compartir, es tu máxima, y alguien con quién la palabra estar se convierte por una vez en ser.

Llevo un tiempo solo, y reconozco perfectamente cuando ese alguien aparece, esa persona entra en tu vida tirando la puerta abajo, te descoloca. Detecto cuándo alguien es especial, cuando no puedo ni quiero ser tan imbécil de dejar pasar la oportunidad de vivir, aunque me de miedo.

Y ese miedo lo tenemos todos, miedo a volver a sufrir, a no ser correspondidos, a que no salga bien. Miedo a SENTIR.
Un miedo que nos impide vivir. Porque vivir, es algo más que respirar, es sentir, es disfrutar, es un abrazo por la mañana o un beso antes de dormir.
Porque vivir es darlo todo y compartir todo, vivir es vencer a ese miedo a morir, a esa sensación de asfixia que tienes al no estar cerca, a encerrarte, alejarte a negar la evidencia.

Quiero superar ese miedo, quiero saltar al vacío y no estrellarme, quiero volar y que seas mis alas.

No quiero tener miedo, porque no me voy a estrellar, porque se puede construir un mundo en el cual la gravedad no exista y no caigas, en el que cuando mires arriba o abajo no tengas vértigo, porque sé que ese mundo es posible, tan solo hay que vivir.

A quién lo quiera entender

martes, 1 de abril de 2008

¿Qué perdemos cuando dejamos de ver a alguien? La respuesta puede ser múltiple, variada y contrapuesta en función a quién le formulemos la pregunta y sobre quién vaya referida.

Todos hemos tenido una pareja, un amigo, un familiar, que por unas u otras razones hemos dejado de ver, de hablar, de compartir momentos. La muerte, la distancia, los malentendidos… a todos nos ha pasado.

Quizás el caso que más nos molesta, es el de la pareja que dejó de serlo, el tío que nos gustaba y desapareció o que hicimos desaparecer.

Porque hacer desaparecer a alguien es muy sencillo, eliminar su número de teléfono, su correo electrónico, no responder llamadas, mensajes, no volver a verlo. En definitiva, como si nunca hubiese existido ¿Qué vamos a perder? NADA. Ese tío nuevo que nos gusta es una mera expectativa, una ilusión, una incertidumbre, algo que queremos que pase, pero que en la mayoría de ocasiones no va a pasar.

¿Y por qué no pasa nada? Pues porque ilusiones y expectativas hay todas las que quieras, tantos como tíos por la calle, tantos como imbéciles que te aguanten. En cualquier bar, calle, supermercado y Chat de esta mierda de mundo llamada Internet nos podemos encontrar con expectativas, con personas que nos hacen ver una ilusión, pero que solo es eso.
Porque cualquier persona es sustituible, porque por muy simpática que sea, buena que esté o bien que la chupe, siempre habrá otra que lo haga mejor.
Porque eso del amor es algo tan mitificado que no nos damos cuenta de la mentira que estamos viviendo hasta que nos alejamos de ella. Porque no conozco a nadie que haya muerto de amor y porque la mancha de una mora con otra verde se quita.

¿Qué podemos perder? Eso nos lo hemos preguntado todos en mayor o menor medida. Momentos, besos, abrazos, comodidad, sentirse bien y querido, arropado, seguro, ilusionado. Pero en el juego hipócrita de esta vida, no hay mayor hipocresía que el amor por alguien, que sabemos que un día se marchará o lo echaremos de nuestra vida, porque de la misma manera que se va, otro llegará.