viernes, 22 de mayo de 2009

Ya llega el veranito… otra vez escotes, faldas, ombligos, michelines, sobre todo estos.
Cómo nos jode la gente que está super cuadrada, con ese cuerpecillo definido, sin nada de grasa, con los músculos puestos en su sitio, con el pecho redondito, nada caído, perfecto, sin celulitis. Nos jode mucho, seamos sinceros.

Pero ¿quién de los que lee esta mierda ha salido de un catálogo de ropa interior? A mi me echaron hace tiempo. Nos venden esos cuerpazos en series de televisión, portadas de revista, publicidad, anuncios, hasta en la consulta del médico.
Lo jodido es que nos lo creemos, nos gastamos la pasta en gimnasio, cremas, fajas, reductores, anticelulíticos e incluso cirugía, algo, que cada vez descarto con mayor fervor cada vez que tengo que ver a mi padre entrar acojonado al quirófano.

Y todo eso, ¿para qué? Muchos diréis que es para sentiros mejor con vosotros mismos, para que os quede mejor ese polo de firma que os acabéis de comprar, para tener un culazo, jamás penetrado, para lucir en la playa ¿cuántos días vais a la playa si vivís en Salamanca? O para ligar más, jejeje.

Venga, no seré hipócrita, cuando yo soy el primero que me fijo hasta en un pelito mal depilado, todos nos fijamos en lo de fuera, preferimos a Vanesa Romero antes que a “La Chonches” pero, ¿es necesario estar buenísimo para ligar?
La respuesta es clara, sencilla y concisa, NO. Y quién crea lo contrario que le pregunte a cualquiera que haya compartido un polvo conmigo, que para eso, también hay que tener valor, porque ni cuerpazo, ni guapísimo, ni un derroche de simpatía y amabilidad, mira que hay gente desesperada.

Que me distraigo, con la rubia que acaba de llamarme por teléfono, guapa!!, veis, todo se reduce a la mera atracción, y como creo que he dicho en otros post, las gordas son la hostia follando, entregadas, dispuestas a cualquier cosa y en cualquier momento, a nada dicen no y siempre tienen un agujerito abierto para mi, pero, no os engañaré, dame una tía de catálogo de Moschino y ya la enseñaré yo a follar.

martes, 12 de mayo de 2009

Echar de menos, ¿quién cojones me va a echar de menos? ¿Quién va a extrañar mi polla? ¿Quién llorará por no encontrar mis labios? ¿Quién recordará mi voz?
De todos nos olvidamos y todos nos olvidan, todos pasamos y todos pasan. Alguno hay que deja huella, la que le permitimos, la de la añoranza de un pasado que nunca fue mejor, de unas caricias, unos besos, unos polvos olvidados. De esos gestos, de momentos, que tan solo ocupan sitio en nuestra memoria, como esas fotos inútiles que todos guardamos y que nunca miramos, pero que las dejamos ahí, cogiendo polvo, por si algún día los utilizamos, ese síndrome de Diógenes emocional, que nos obliga a ir recogiendo recuerdos, sentimientos, que no sirven para nada, que jamás nos servirán para nada.

En bares, gimnasios, supermercados y discotecas, recogemos lo que nos encontramos, lo guardamos, un beso, un hola, una caricia, un polvo, un porro o un desengaño.
Basura que vamos acumulando, pues quién se quedó allí, en el pasado, lo hizo por algún motivo, porque así lo decidimos, porque no supo aguantar nuestro ritmo, porque nos cansó, se cansó o porque simplemente, no nos servía de nada.

Echar de menos a alguien, es un lujo que no podemos permitirnos, olvidar, seguir adelante y no mirar atrás, vivir lo que está presente e ir a por lo que hay delante. Nunca es demasiado tiempo sin verte, sin esa sonrisa que esconde el miedo, el lloro y el llanto. Nunca es demasiado tiempo.