jueves, 27 de septiembre de 2007

Cuando eramos niños e ibamos por primera vez a clase teníamos miedo. Miedo a los nuevos compañeros, a como nos recibirían, cuantos amigos haríamos... en definitiva, miedo a lo desconocido.

Cuando somos adultos los miedos cambian, y es el colegio el que nos teme a nosotros... a lo desconocido. Una institución antigua, consolidada, creada para dar cobijo a sus colegiados, para ayudarles, defenderles, respetarles, ¿o no?

Yo diría que no. Existe un miedo a lo desconocido, miedo que provoca abusos, chantajes, amenazas, miedo a perder un estatus alcanzado que creen consolidado y que a duras penas saben mantener. Estatus que pretenden salvaguardar utilizando todos sus mecanismos coactivos a fin de seguir mangoneando, mintiendo, engañando y llenando sus cuentas bancarias de ceros a la derecha, que no hacen más que aumentar el miedo.

Mis queridos colegas, ilustres letrados que ejercéis desde esta tan "noble y culta" ciudad esta profesión... no tengáis miedo, no sufráis, que no os quitaré el pan de la boca, ni violaré a vuestras hijas, yo no lo haré. Quizás, con el tiempo serán ellas las que entren en mi cama, o serán vuestros clientes los que no os den más panes, quizás algún día os déis cuenta, que nada ni nadie o quiere robar, no sintáis miedo, pues no existen motivos para tenerlo.

Solo una cosa es cierta, quién abusa de su derecho antes o después, lo pierde.