martes, 24 de agosto de 2010


Por fin me llevé un torneo, con dos jugadas claves, un all in, con 9-10 de picas, cogiendo un color runner runner, eliminando a dos jugadores al mismo tiempo, quedando tres en mesa y en la jugada siguiente un A6, frente a QJ ganando con carta alta.
En mesa final, eliminé a 5 de los diez jugadores, por lo que el torneo de ayer, fue más que productivo. Os dejo el enlace y la foto del campeón, jejeje

miércoles, 11 de agosto de 2010

Dicen que cuánto más viejos somos, más jóvenes deseamos ser. Añoramos el físico de nuestros años dorados, la vitalidad, la energía, el pelo… joder, con lo cómodo que es no peinarse, el tiempo que perdí frente al espejo cuidando hasta el último detalle de aquél pelo que hoy me falta.

Cuántas veces habré dicho eso de, “quién tuviera veinte años sabiendo lo que sé… y esta polla” pero el problema, es ese… que lo que sé, es imposible saberlo con veinte años, porque a esa edad, no tenemos ni puta idea de lo que sabemos, de lo que queremos ni de lo que nos conviene.
A esa edad la gente se mueve por impulsos, por niñerías, por niñatadas, por las feromonas que más nos tiran en cada momento, porque lo que hoy es la hostia mañana es una mierda, porque la polla de ayer, el jueves, no me sirve.
A los veinte, experimentamos, vivimos, besamos, creemos que nos equivocamos e incluso que a veces acertamos, creemos tener el control de todo lo que nos rodea, nos sentimos poderosos, somos inconscientes, inmaduros, prácticamente retrasados.

A los veinte años… como somos con veinte años, ni puta idea de nada, ni a los treinta, casi ni a los míos, pero no cambio los míos, por los veinte años.

jueves, 5 de agosto de 2010


Dicen que dinero llama a dinero, pero más que cierto, es una verdad absoluta. A todos nos importa el dinero, el interés, el que me puede ofrecer, el hasta dónde puede llegar, el que me podrá dar.

Es inevitable preguntar a alguien a que se dedica, en que trabaja, como se gana su sustento… nos interesa si sus vicios son caros, si sus facturas son altas, si sus deudas pequeñas. A todos, inconscientemente nos atrae el poder, el dinero, la posición. El creer que tal o cuál es mejor por ser abogado, profesor o ingeniero, que el repartidor no me interesa, ni el barrendero, ni el camarero del pub que tanto me pone cachonda, pero no me lo follaría dos días, ni le presentaría jamás a mi familia.

Me jode mucho esa gente que pregunta cuánto ganas, o que presupone que estás forrado por dirigir una empresa, esa gente a la que causas, incluso rechazo cuando miran los brazos tatuados, los collares, el piercing, esa gente que se acerca, por lo que te pueda sacar (y no es un juego de palabras sexual)

Pero el interés mueve al mundo, y así debe ser. El estar en boca de todos, el afán de notoriedad, el si no me das no te toco, el si tu coche no es alemán no eres nadie, el todo, el nada. Algo tan cerca, y tan lejano, que cuando eres capaz de verlo, tienes que contarlo, y ayer lo vi, vi como pasaban del repartidor por el profesor, vi como ignoraban y apenas miraban a quién era majo, atento, simpático, por quién llegó el último, pero con un doctorado. Vi como esos ojos se clavaban en el título universitario, en el culo, pero para mirar la marca de la cartera. Y no me pareció triste, sino normal, algo lógico de quién no busca la pasión de unos labios, sino el llevar el bolso Gucci último modelo, algo que más que fashion, interesante y atractivo, al final, me resultó asqueroso.